XI SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO – 13-18/06/2022 – XI SETMANA DE DURANT L’ANY
LUNES DE LA XI SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO SAN ANTONIO DE PADUA, presbítero y doctor de la iglesia En Pentecostés de 1232 el Papa Gregorio IX canonizó a San Antonio de Padua: todavía no había transcurrido un año de su muerte. Su nombre de Bautismo era Fernando y había nacido en Lisboa en el año 1195. Canónigo regular y presbítero, ingresó a los veinticinco años en la Orden de los Frailes menores, recién fundada por san Francisco de Asís. Se conserva una carta del “Poverello” dirigida a él. Fue un insigne predicador y teólogo. Catequista de muchas poblaciones y taumaturgo, trabajó al servicio de la Iglesia y a favor de la paz. Denunció la avidez y la usura de los ricos y la mundanidad de los ministros de la Iglesia de su tiempo. Extenuado por la última misión cuaresmal, pidió volver a Padua, pero a las puertas de la ciudad, en la abadía de Arcella, muere. Aún no tenía los 40 años. Antes de morir entonó: “O Gloriosa Domina” (segunda parte del himno “Quem terra, pontus, aethera“) y exclamó: “Veo venir mi Señor“. A partir del siglo XV su fama se extendió por todo el orbe, hasta el punto de que el Papa León XII le llamó: “El santo de todo el mundo“. También se le conoce como el “doctor evangelicus“. Misa: 1 Re 21, 1-16; Sal 5, 2-3ab. 5-6a. 6b-7, Mt 5, 38-42 Llama la atención la expresión: “Yo, en cambio, os digo“. Los exegetas dan mucha importancia a estas palabras porque expresan la libertad y la autoridad del Señor. Una autoridad que sólo puede proceder de su condición de Hijo de Dios. La justicia de Dios no es la del “ojo por ojo, diente por diente“. El cristiano debe superar la justicia penal, que es necesaria, y tener voluntad para vivir según la justicia de Dios. Hay que contemplar en este texto la Pasión del Señor. Él no respondió a la violencia con más violencia: ofreció la otra mejilla; se dejó quitar no únicamente la capa, sino las vestiduras; y caminó con los pecadores no únicamente una milla sino hasta el final, hasta la Cruz. Es la no violencia divina, mansedumbre, que Él ha declarado bienaventurada para los que le quieren seguir (Mt 5, 5). MARTES DE LA XI SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO Misa: 1 Re 21, 17-29, Sal 50, 3-4. 5-6b. 11 y 16; Mt 5, 43-48 Dios no puede dejar de amar nada de lo que Él ha creado. El amor que nos tiene no merma por la indiferencia, la aversión o el odio de los hombres. Dios derrama su gracia sobre “malos y buenos“, así como el sol irradia y la lluvia cae sobre todos. Tolera que se le niegue o se le acuse sin más. No por indiferencia, sino por amor. Un amor que es divino. Los seguidores de Jesús manifiestan la gratuidad pura del amor divino. Aman por que aman simplemente (san Bernardo). Porque el amor es don en sí mismo. No amamos a cambio de algo, amamos por amar y porque “el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu que nos ha sido dado” (Rom 5, 5). La perfección divina es la perfección del amor. MIÉRCOLES DE LA XI SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO Misa: 2 Re 2, 1. 6-14; Sal 30, 20. 21.24; Mt 6, 1-6. 16-18 Los que pecan por doblez en la Iglesia no recibirán ningún premio: tendrán como herencia su propia falsedad. Éste será su galardón. La oración, el ayuno y la limosna pertenecen al secreto de Dios. Son tres caminos de combate espiritual que la sabiduría de la Iglesia propone al principio de la Cuaresma. “Si yo me dedicase a agradar a los hombres, no podría ser siervo de Dios” (Gál 1, 10). En los trabajos que nos ocupan durante la singladura de la vida, la nave no es lo más importante: lo son la patria y el puerto donde ansiamos llegar. La oración se efectúa en el secreto del corazón, allí donde Dios habita. Por eso los orantes buscan lugares escondidos para rezar, “en lo escondido“. Es su secreto, conocido únicamente por Dios. Eso les llena de alegría y de paz. JUEVES DE LA XI SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO Misa: Eclo 48, 1-14; Sal 96, 1-2. 3-4. 5-6. 7; Mt 6, 7-15 En la Iglesia nadie puede decir que no sabe rezar ni qué rezar: basta que diga la oración que nos enseñó el Señor. Recordemos que en la monición litúrgica del Padrenuestro se dice: “Fieles a la recomendación del Señor y siguiendo su divina enseñanza nos atrevemos a decir“. Subrayemos que es una enseñanza divina. Cualquier Padrenuestro de un hijo/a de Dios, por humilde que sea, llega al corazón divino. Ninguno se pierde. El Evangelio de hoy versa sobre esta divina enseñanza. Debemos perdonarnos ya que ¿cómo podemos pedir el perdón de Dios si nosotros no estamos dispuestos a perdonar las ofensas que nos hacemos unos a otros? VIERNES DE LA XI SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO Misa: 2 Re 11, 1-4. 9-18. 20; Sal 131, 11. 12. 13-14. 17-18; Mt 6, 19-23 Nuestro tesoro es Dios y allí debemos tener el corazón. “Amor meus et omnia“, “Oh, mi Dios y mi todo”, rezaba san Francisco de Asís. La única manera de atesorar para el cielo es la caridad que prodigamos aquí en la tierra. Ya que la caridad es lo único que entra en el seno de Dios. Aquí lo dejamos todo, incluso el “hermano cuerpo“. El cielo es la plenitud de la caridad. No permitamos que ni “la polilla” ni la carcoma del pecado corroan lo que es de Dios. Si no permanecemos en la oración, el Maligno roba en un ins tante lo que el Señor nos ha dado por gracia. Sin embargo, por la conversión siempre es recuperable. Si nuestro cora zón está en Dios, en él está también todo lo que amamos. SÁBADO DE LA XI SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO Misa: 2 Crón 24, 17-25; Sal 88, 4-5. 29-30. 31-32. 33-34; Mt 6, 24-34 El texto evangélico es de una gran belleza. Sin embargo, nos puede sonar un poco romántico: ¿Cómo no vamos a preocuparnos del mañana para nosotros y nuestros hijos? Se trata de elegir dos destinos o fines: Dios, o únicamente el poseer para sí y en sí. El amor al dinero, codicia, es una idolatría: mata y no tiene fin. Es la raíz de todos los males (1 Tim 6, 10). ¿Para qué vivimos? ¿Para Dios, o únicamente para atesorar en este mundo? Si vivimos para Dios, Él ya reparte talentos de trabajo y de inteligencia, también de bondad, para vivir. Vivir para atesorar cansa, nunca tenemos suficiente y también daña, podemos hacer mal a quienes envidiamos el tener más que nosotros. Por el dinero la persona es capaz de perder su propia dignidad y corromperse. Nuestro Dios es providen te y cuida de sus criaturas, más si son pobres. Con Dios podemos descansar tranquilos cada día y no angustiarnos por el mañana que está también en sus manos. (Calendario-Directorio del Año Litúrgico 2022, p.312ss) |
DILLUNS DE LA XI SETMANA DE DURANT L’ANY SANT ANTONI DE PÀDUA, prevere i doctor de l’Església Per la Pentecosta de l’any 1232 el Papa Gregori IX canonitzà sant Antoni de Pàdua: encara no feia un any de la seva mort. El seu nom de Baptisme era Fernando i havia nascut a Lisboa l’any 1195. Canonge regular i prevere, ingressà als vint-i-cinc anys a l’Orde dels Fra Menors, recent fundat per sant Francesc d’Assís. Es conserva una carta del “Poverello” dirigida a ell. Fou un insigne predicador i teòleg. Catequista de moltes poblacions i taumaturg, treballà al servei de l’Església, a favor dels pobres, i per la causa de la pau. Denuncià l’avidesa i la usura dels rics i la mundanitat dels ministres de l’Església del seu temps. Extenuat per la darrera missió quaresmal, demanà retornar a Pàdua, però a les portes de la ciutat, a l’abadia d’Arcella, morí. Encara no tenia quaranta anys d’edat. Abans de morir entonà: “O Gloriosa Domina“, segona part de l’himne ” Quem terra, pontus, aethera” i exclamà: “Veig venir el meu Senyor“. A partir del segle XV la seva fama s’estengué arreu, tant que el Papa Lleó XII l’anomenà: “El sant de tot el món“. També se’l coneix com el “doctor evangelicus“. Missa: 1R 21, 1-16; Sal 5, 2-3. 5-6. 7; Mt 5, 38-42 Crida l’atenció l’expressió: “Doncs jo us dic“. Els exegetes donen molta importància a aquestes paraules perquè expressen la llibertat i l’autoritat del Senyor. Una autoritat que només pot procedir de la seva condició de Fill de Déu. La justícia de Déu no és la de “ull per ull, dent per dent“. El cristià ha de superar la justícia penal, que és necessària, i tenir voluntat per a viure segons la justícia de Déu. Cal contemplar en aquest text la Passió del Senyor. Ell no va respondre a la violència amb més violència: oferí l’altra galta; es va deixar treure no únicament la capa, sinó les vestidures; i va caminar amb els pecadors no únicament “un quart d’hora de camí “, lit.: “una milla“, sinó fins al final, fins a la Creu. És la no violència divina, mansuetud, que Ell ha declarat benaurada per als qui el volen seguir (Mt 5,5). DIMARTS DE LA XI SETMANA DE DURANT L’ANY Missa: 1R 21, 17-29; Sal 50, 3-4. 5-6a. 11 i 16; Mt 5, 43-48 Déu no pot deixar d’estimar res del que Ell ha creat. L’amor que ens té no minva per la indiferència, l’aversió o l’odi dels homes. Déu vessa la seva gràcia sobre “bons i dolents“, així com el sol irradia i la pluja cau sobre tots. Tolera que se’l negui o se l’acusi sense més. No per indiferència, sinó per amor. Un amor que és diví. Els seguidors de Jesús manifesten la gratuïtat pura de l’amor diví. Estimen perquè estimen, simplement, sant Bernat. Perquè l’amor és do en si mateix. No estimem a canvi de res, estimem per estimar i perquè Déu, “donant-nos l’Esperit Sant, ha vessat en els nostres cors el seu amor” (Rm 5,5). La perfecció divina és la perfecció de l’amor. DIMECRES DE LA XI SETMANA DE DURANT L’ANY Missa: 2R 2, 1. 6-14; Sal 30, 20. 21. 24; Mt 6, 1-6. 16-18 Els qui pequen per duplicitat en l’Església no rebran cap premi: tindran com a herència la seva pròpia falsedat. Aquest serà el seu guardó. La pregària, el dejuni i l’almoina pertanyen al secret de Déu. Són tres camins de combat espiritual que la saviesa de l’Església proposa al principi de la Quaresma. “Si encara fos ben vist pels homes (lit.: si jo em dediqués a agradar els homes), senyal que no sóc servent de Crist (Ga 1,10). En els treballs que ens ocupen durant la singladura de la vida, la nau no és el més important: ho són la pàtria i el port on anhelem arribar. L’oració es fa en el secret del cor, allà on Déu habita. Per això els orants busquen “els llocs més amagats” per resar, lit.: “en el secret“. És la seva presència orant, íntima, coneguda únicament per Déu, que és Presència plena arreu i sempre. Això els omple d’alegria i de pau. DIJOUS DE LA XI SETMANA DE DURANT L’ANY Missa: Sir 48, 1-15 (grec: 1-14); Sal 96, 1-2. 3-4. 5-6. 7; Mt 6, 7-15 En l’Església ningú pot dir que no sap resar ni què pregar: n’hi ha prou que digui l’oració que ens va ensenyar el Senyor. Recordem que en la monició litúrgica del Parenostre es diu: “Fidels a un manament del Salvador, i seguint el seu diví mestratge, gosem dir“. Subratllem que és un ensenyament diví. Qualsevol Parenostre d’un fill/a de Déu, per humil que sigui, arriba al cor diví. Cap no es perd. L’Evangeli d’avui parla d’aquest diví ensenyament. Hem de perdonar-nos els uns als altres perquè ¿com podem demanar el perdó de Déu si nosaltres no estem disposats a perdonar les ofenses d’altri? DIVENDRES DE LA XI SETMANA DE DURANT L’ANY Missa: 2R 11, 1-4. 9-18. 20; Sal 131, 11. 12. 13-14. 17-18; Mt 6, 19-23 El nostre tresor és Déu i allà és on hem de tenir el cor. “Amor meus et omnia“, “Oh, el meu Déu i el meu tot“, resava sant Francesc d’Assís. L’única manera d’atresorar per al cel és la caritat que prodiguem aquí a la terra. Ja que la caritat és l’única cosa que entra en el si de Déu. Aquí ho deixem tot, fins i tot el “germà cos“. El cel és la plenitud de la caritat. No permetem que ni l’”arna” ni “el corc” del pecat rovellin el que és de Déu. Si no restem fidels en la pregària, el Maligne roba en un instant el que el Senyor ens ha donat per gràcia. No obstant això, per la conversió sempre és recuperable. Si el nostre cor està en Déu, en ell està també tot el que estimem. DISSABTE DE LA XI SETMANA DE DURANT L’ANY Missa: 2Cr 24, 17-25; Sal 88, 4-5. 29-30. 31-32. 33-34; Mt 6, 24-34 El text evangèlic és d’una gran bellesa. No obstant això, ens pot semblar una mica romàntic: ¿Com no ens preocuparem del demà per a nosaltres i els nostres fills? Es tracta de triar entre dues destinacions o fins: Déu, o únicament el posseir per posseir , només per a un mateix. L’amor als diners, cobdícia, és una idolatria: mata i no té fi. És l’arrel de tots els mals (1Tm 6,10). ¿Per a què vivim? ¿Per a Déu, o únicament per atresorar en aquest món? Si vivim per a Déu, Ell ja reparteix talents de treball i d’intel·ligència, també de bondat, per a viure. Viure per atresorar cansa, mai no en tenim prou, i també perjudica, podem fer mal a qui envegem que tingui més que nosaltres. Pels diners, la persona és capaç de perdre la seva pròpia dignitat i corrompre’s totalment. El nostre Déu és provident i té cura de les seves criatures, més encara si són pobres. Amb Déu podem descansar tranquils cada dia i no angoixar-nos pel demà, doncs està també en mans seves. (Calendari-Directori de l´Any Litúrgic 2022, p.305) |