XIV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO – 04-09/07/2022 – XIV SETMANA DE DURANT L’ANY
LUNES Misa: Os 2, 16. 17b-18. 21-22; Sal 144, 2-3. 4-5. 6-7. 8-9; Mt 9, 18-26 Los relatos de la hemorroísa y de la resurrección de la joven se transmitieron juntos. Es admirable el itinerario de fe de la mujer y del padre de la niña. También cabe destacar la disponibilidad del Señor de ir donde le necesitan. El Señor no se deja ganar en generosidad. Aquel personaje muestra una fe atrevida que pide lo imposible: ¡que Jesús dé la vida a su hija ya muerta! Y la mujer, impura a causa de la enfermedad, a pesar de que no se atreve a hablar con Jesús, ve cómo su oración deviene un gesto humilde y confiado: tocar “el borde del manto” del Señor. Ya en la casa del creyente anónimo, Jesús se muestra como quien da la vida: por eso expulsa a los que aturden con alaridos de muerte. Cuando la Vida entra, no hay lugar para los llantos. Jesús delicadamente dice: “la niña está dormida“, la coge de la mano y la levanta. Así la devuelve a la vida. Jesús es quien por su Resurrección despierta a la humanidad del sueño de la muerte: la muerte de una vida sin sentido y sin amor, pero también de la muerte temporal. Él es la Vida Eterna. Del mismo cuerpo de Jesús fluye una vida nueva que se comunica por contacto a la mujer enferma. Los Padres y la iconografía paleocristiana ven en esta escena la Vida que, por los sacramentos, fluye del Cuerpo de Cristo que es la Iglesia. MARTES Misa: Os 8, 4-7. 11-13; Sal 113 B, 3-4. 5-6. 7ab-8. 9-10; Mt 9, 32-38 En el Evangelio hay que distinguir dos partes. En la primera, la curación del endemoniado mudo. En la segunda, la compasión de Jesús por la multitud. El Mal siempre nos incomunica y lleva a la soledad más terrible, se agazapa en lo más íntimo, muchos “demonios” son mudos, se infiltran silentes, sigilosos, sibilinamente. El Señor libera siempre con el perdón y el don del Espíritu Santo. Una vez libres, podemos escuchar la voz de Dios, comunicarnos con los hermanos y alabar al Señor con un corazón limpio. La reacción ante el acontecimiento es doble: la multitud se admira de los gestos del Señor mientras que los fariseos se muestran realmente malévolos y terribles, absolutamente blasfemos: “Éste echa los demonios con el poder del jefe de los demonios“. Incansable, Jesús continúa su ministerio. Por donde va encuentra una multitud de pobres, sedientos de vida. Eso provoca en Él la compasión, son las entrañas misericordiosas de Dios Padre. “Las gentes extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor” es una realidad aplicable a nuestro mundo. Ante esta muchedumbre se necesitan braceros para el Reino. El trabajo es inacabable y hay para todos. Sólo por un don de Dios habrá creyentes, hombres y mujeres que se pongan al servicio del Reino de Dios. ¡Por eso hay que suplicar este don! MIÉRCOLES Misa: Os 10, 1-3. 7-8. 12; Sal 104, 2-3. 4-5. 6-7; Mt 10, 1-7 Relacionado con el Evangelio de ayer, hoy vemos cómo Jesús llama a los doce. Se consignan reverentemente el nombre de cada uno para la memoria de la Iglesia. No harán una cosa distinta de lo que Él hace: anunciar la proximidad del Reino y con su misma autoridad liberar del mal y curar los sufrimientos. Jesús no es un profeta solitario: desde el principio convoca colaboradores. Desde entonces ya no irá sólo, siempre le acompañaran los discípulos. Todos los cristianos hemos sido asociados por el Bautismo a la misión de Jesús. Uno no es cristiano para sí, lo es para los demás. Somos discípulos misioneros del Señor. De momento, el Señor les envía sólo “a las ovejas descarriadas de Israel“: ya vendrá el tiempo en el que la misión de la Iglesia no conocerá límites ni en el tiempo ni en el espacio. JUEVES Misa: Os 11, 1-4. 8c-9; Sal 79, 2ac y 3b. 15-16; Mt 10, 7-15 La misión cristiana es gratuita. Es por nada y a cambio de nada. Es pura gratuidad, como la de Dios mismo. Los misioneros no deben llevar nada suyo porque nada suyo debe resplandecer, sólo el Reino que anuncian. La pobreza que comparten será su mejor credencial. A diferencia de Marcos, en Lucas no deben llevar bastón, un instrumento de defensa, porque no hay nada a proteger. Ellos llevan la paz de Dios el “Shalom“. Si son mal recibidos, se van serenamente a otro lugar, de lugares para ir siempre habrá; y deben sacudirse “el polvo de los pies” para que no quede en ellos ningún resentimiento. Lo restante pertenece al juicio de Dios. VIERNES Misa: Os 14, 2-10; Sal 50, 3-4. 8-9. 12-13. 14 y 17; Mt 10, 16-23 Los discípulos van inermes, el Señor los ha enviado sin nada, y se encontrarán con una sociedad despiadada. Las tinieblas no pueden soportar la luz, por eso muchos no comprenderán su misión ni la aceptarán. Ellos deberán permanecer en la paz y en la libertad del corazón, reaccionando con tres actitudes: sagacidad, la sencillez y la confianza. Sagacidad para discernir el bien del mal; sencillez como patrimonio de los humildes de corazón; y, sobre todo, confianza, pues la misión no es suya, es de Dios, la guía el Espíritu Santo. No somos defensores de Dios, pues el Evangelio se defiende por sí mismo. La misión nos ha sido encomendada y justamente por eso no es nuestra: “No seréis vosotros los que habléis, el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros“. Las hipérboles finales indican que ante el Bien las fuerzas del Mal se despiertan y se manifiestan como odio y división. Será un odio universal porque también el amor de los discípulos será universal. Odiar es propio del Maligno y dividir también. SÁBADO Misa: Is 6, 1-8; Sal 92, 1ab. 1c-2. 5; Mt 10, 24-33 Continúa y termina el “Discurso de la misión“. Los discípulos misioneros no deben tener miedo de nada ni de nadie. Tampoco tienen nada que perder. E incluso la muerte no es el mal peor, el mal peor es la segunda muerte, que es perder a Dios. Lo que anuncia el Señor es la osadía, la intrepidez de una fe grande. San Juan Crisóstomo afirmaba comentando esta perícopa: “Muchas son las olas que nos ponen en peligro, y una gran tempestad nos amenaza: sin embargo, no tememos ser sumergidos porque permanecemos de pie sobre la roca. Aun cuando el mar se desate, no romperá esta roca. Aunque se levanten las olas, nada podrán contra la barca de Jesús. Decidme, ¿qué podemos temer? ¿La muerte? Para mí la vida es Cristo, y una ganancia el morir. ¿El destierro? Del Señor es la tierra y cuanto la llena. ¿La confiscación de los bienes? Sin nada vinimos al mundo, y sin nada nos iremos de él. Yo me río de todo lo que es temible en este mundo y de sus bienes. No temo la muerte ni envidio las riquezas. No tengo deseos de vivir, si no es para vuestro bien espiritual“ (Al salir al exilio, 1-3: PG 52, 427-430). (Calendario-Directorio del Año Litúrgico 2022, p.338)
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DILLUNS Missa: Os 2, 16. 17b-18. 21-22: Sal 144, 2-3. 4-5. 6-7. 8-9; Mt 9, 18-26 Els relats de l’hemorroïsa i de la resurrecció de la joveneta es van transmetre junts. És admirable l’itinerari de fe de la dona i del pare de la nena. També cal destacar la disponibilitat del Senyor d’anar on el necessiten. El Senyor no es deixa guanyar en generositat. Aquell “home important” lit.: “un personatge” mostra una fe agosarada que demana l’impossible: ¡que Jesús doni la vida a la seva filla ja morta! I la dona, impura a causa de la malaltia, tot i que no gosa parlar amb Jesús, veu com la seva pregària esdevé un gest humil i confiat: tocar “només el mantell“, lit.:” la vora del mantell” del Senyor. Ja a la casa del creient anònim, Jesús es mostra com qui dóna la vida: per això expulsa els qui atordeixen amb xiscles de mort. Quan la Vida entra, no hi ha lloc per als plors. Jesús diu delicadament: “la noia no és morta, sinó que dorm“, l’agafa de la mà i l’aixeca. Així la retorna a la vida. Jesús és qui per la seva Resurrecció desperta la humanitat del son de la mort: la mort d’una vida sense sentit i sense amor, però també de la mort temporal. Ell és la Vida Eterna. Del mateix cos de Jesús flueix una vida nova que es comunica per contacte vers la dona malalta. Els Pares i la iconografia paleocristiana veuen en aquesta escena la Vida que, pels sagraments, flueix del Cos de Crist que és l’Església. DIMARTS Missa: Os 8, 4-7. 11-13; Sal 113B, 3-4. 5-6. 7ab-8. 9-10; Mt 9, 32-38 En l’Evangeli cal distingir dues parts. En la primera, la curació del “mut endimoniat“. En la segona, la compassió de Jesús per la multitud. El Mal sempre ens incomunica i porta a la soledat més terrible, s’amaga en el més íntim, molts “dimonis” són muts, s’infiltren silents, sigil·losos, sibil·linament. El Senyor allibera sempre amb el perdó i el do de l’Esperit Sant. Un cop lliures, podem escoltar la veu de Déu, comunicar-nos amb els germans i lloar el Senyor amb un cor net. La reacció davant l’esdeveniment és doble: la multitud s’admira dels gestos del Senyor mentre que els fariseus es mostren realment malèvols i terribles, absolutament blasfems: “Aquest treu(lit.: llença) els dimonis pel poder del rei (lit.: cabdill) dels dimonis“. Incansable, Jesús continua el seu ministeri. Per allà on va, troba tothora una multitud de pobres, assedegats de vida. Això provoca en Ell la compassió, són les entranyes misericordioses de Déu Pare. “Aquella multitud de gent, malmenada i desesperançada (lit.: extenuada i abandonada) com ovelles sense pastor” és una realitat aplicable al nostre món. Davant aquesta munió de gent calen bracers que s’ofereixin per treballar en el Regne. El treball és inacabable i n’hi ha per a tothom. Només per un do de Déu hi haurà creients, homes i dones, que es posin al servei del Regne de Déu. ¡Per això cal suplicar aquest do! DIMECRES Missa: Os 10, 1-3. 7-8. 12; Sal 104, 2-3. 4-5. 6-7; Mt 10, 1-7 Relacionat amb l’Evangeli d’ahir, avui veiem com Jesús crida els dotze. Es consigna reverentment el nom de cada un d’ells per a la memòria de l’Església. No faran res diferent del que Ell fa: anunciar la proximitat del Regne i, amb la seva mateixa autoritat, alliberar del mal i guarir els sofriments. Jesús no és un profeta solitari: des del principi convoca col·laboradors. Des de llavors ja no anirà mai més sol, sempre l’acompanyaran els deixebles. Tots els cristians hem estat associats pel Baptisme a la missió de Jesús. Un no és cristià per a si mateix, ho és per als altres. Som deixebles missioners del Senyor. De moment, el Senyor els envia només “a les ovelles perdudes del poble d’Israel“: ja vindrà el temps que la missió de l’Església no coneixerà límits ni en el temps ni en l’espai. DIJOUS Missa: Os 11, 1-4. 8c-9; Sal 79, 2ac i 3bc. 15-16; Mt 10, 7-15 La missió cristiana és gratuïta. S’esdevé per res que no sigui l’amor, i a canvi de res. És pura gratuïtat, com la de Déu mateix. Els missioners no han de portar res seu perquè res seu no ha de resplendir, només el Regne que anuncien. La pobresa que comparteixen serà la seva millor credencial. A diferència de Marc, en Lluc no han de dur bastó, un instrument de defensa, perquè no hi ha res a protegir. Ells porten la pau de Déu, el “shalom“. Si són mal rebuts, se’n van serenament a un altre lloc, de llocs per anar sempre n’hi haurà; i han d’espolsar-se “la terra (lit.: la pols) dels peus” perquè no quedi en ells cap ressentiment. La resta pertany al judici de Déu. DIVENDRES Missa: Os 14, 2-10; Sal 50, 3-4. 8-9. 12-13. 14 i 17; Mt 10, 16-23 Els deixebles van inermes, el Senyor els ha enviat sense res, i es trobaran amb una societat despietada. Les tenebres no poden suportar la llum, per això molts no comprendran la seva missió ni l’acceptaran. Ells hauran de romandre en la pau i en la llibertat de cor, reaccionant amb tres actituds: sagacitat, senzillesa i confiança. Sagacitat per a discernir el bé del mal; senzillesa com a patrimoni dels humils de cor; i, sobretot, confiança, ja que la missió no és seva, és de Déu, la porta l’Esperit Sant. No som defensors de Déu, ja que l’Evangeli es defensa per si mateix. La missió ens ha estat encomanada i justament per això no és nostra: “No sereu vosaltres qui parlareu, sinó que parlarà en vosaltres l’Esperit del vostre Pare“. Les hipèrboles finals indiquen que davant del Bé les forces del Mal es desperten i es manifesten com odi i divisió. Serà un odi universal perquè també l’amor dels deixebles serà universal. Odiar és propi del Maligne, i dividir també. DISSABTE Missa: Is 6, 1-8; Sal 92, 1ab. 1c-2. 5; Mt 10, 24-33 Continua i acaba el “Discurs de la missió“. Els deixebles missioners no han de tenir por de res ni de ningú. Tampoc tenen res a perdre. I fins i tot la mort no és el pitjor mal; ho és la segona mort, que és perdre Déu. Allò que anuncia el Senyor és la gosadia, la intrepidesa d’una fe gran. Sant Joan Crisòstom afirmava comentant aquesta perícopa: “Moltes són les onades que ens posen en perill, i una gran tempesta ens amenaça: i, amb tot, no tenim por de ser submergits perquè romanem dempeus sobre la roca. Tot i que el mar es desfermi, no esberlarà aquesta roca. Encara que s’aixequin les onades, res no podran contra la barca de Jesús. Digueu-me, ¿què podem témer? ¿La mort? Per a mi, viure és Crist, i morir em seria un guany. ¿L’exili? És del Senyor la terra i tot el que s’hi mou. ¿La confiscació dels béns? Sense res vam venir al món, i sense res ens n’anirem d’ell. Jo me’n ric de tot el que és temible en aquest món i dels seus béns. No temo la mort ni enve jo les riqueses. No tinc desitjos de viure, si no és pel vostre bé espiritual“ (En sortir cap a l’exili, 1-3: PG 52, 427-430) (Calendari-Directori de l´Any Litúrgic 2022, p.330)
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