2017 – DOMINGO I DE ADVIENTO
Isaías invoca Dios: “¡Ojala rasgases el cielo y bajases!». También el profeta exclama: “Somos obra detu mano”. Somos arcilla que el Señor “como alfarero” siempre puede remodelar.
El apóstol define a los cristianos como “los que aguardan la manifestación de nuestro Señor Jesucristo” y en el Evangelio el Señor nos dice que velemos y cumplamos la tarea y misión que Él nos encomienda.
En el Salmo pedimos que Dios haga brillar su rostro sobre nosotros y nos salve, el rostro de Dios se manifiesta en Cristo, nuestro Señor.
El tiempo de Adviento es un tiempo de expectación alegre y piadosa del Señor que viene a nosotros, en la gracia de la Navidad que celebraremos, en sus sacramentos, y al final de la historia en la gloria.
El Año litúrgico comienza con esta exigencia “Velad”, permaneced vigilantes.
Navidad es una fecha fija pero nadie sabe de la venida del Señor a nuestra vida y a nuestra muerte.
Es importante la parábola del portero. Nadie puede abandonar el trabajo, la tarea encomendada debe llevarse a cabo. No se trata de custodiar nuestros bienes, sino los del Señor, no trabajamos para nosotros, sino para él; no construimos nuestro reino, sino su Reino. El primer sentimiento del corazón de la Iglesia es la antífona de entrada: “A ti levanto mi alma” del Salmo 24.
Mn. Rafael Serra.
(Calendario-Directorio del Año Litúrgico 2018, Liturgia fovenda, p.32)