2018-DOMINGO III DE ADVIENTO
En la tradición se conoce como Domingo Gaudete o “Domingo de la alegria” por el célebre incipit de la antífona de entrada que este año se lee en la segunda lectura: “Alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos. El Señor está cerca“.
Hoy desde la antífona de entrada hasta la oración después de la comunión, toda la liturgia es una invitación a la alegría y a la fiesta.
La predicación del Bautista ocupa el Evangelio. Una predicación que no es evasiva, sino concreta. Él no debe ser confundido con el Mesías, ante el cual el Bautista se humilla.
Él es quien bautizará “con el Espíritu Santo y fuego“.
Nos hará ver los pecados desde el amor de Dios y los quemará.
La primera lectura del libro de Sofonías es un canto de amor del Señor a Sión-Esposa. El creyente puede alegrarse ya de lo que hará el Señor en el futuro, más allá del presente doloroso.
Todo es un presentimiento de alegría. Celebrar la liturgia cristiana es presentir la alegría del Reino consumado.
Por eso, el Apóstol dice: “Estad siempre alegres en el Señor“. Es costumbre hoy emplear los ornamentos rosáceos que anticipan la alegría de la Navidad y la Epifanía.
TIEMPO DE ADVIENTO DESDE EL 17 AL 24 DE DICIEMBRE
El Adviento se intensifica en estos días: la Iglesia se prepara para recibir la gloria de la Navidad del Señor. Se sumerge en un tiempo de estupor remarcado con las célebres antífonas de la O del Magníficat.
Estas antífonas se recogen en el Leccionario como verso propio al canto del Aleluya.
Toda la sinopsis converge en los anuncios inmediatos a la venida del Señor.
Propiamente cada día es una Anunciación del Señor y de su Precursor. Los cánticos cotidianos del Benedictus y del Magníficat cantan en las dos últimas ferias estos anuncios.
Se prepara el asombro total de la Navidad y de la Epifanía: “Dios se ha hecho hombre“.
Cada feria es una anunciación del Señor y toda la liturgia se empapa del Cristo anunciado, profetizado y esperado.
El Antiguo Testamento llega a su fin para dar paso al Nuevo Testamento.
Determinan este tiempo los prefacios propios (II o IV de Adviento), y también las oraciones del Misal para cada día.
Hay que leer todo con atención, meditarlo para descubrir la belleza y la profundidad de la liturgia de la Iglesia que prepara la celebración de la Navidad y de la Epifanía.
El Hijo, cuyo nacimiento esperamos celebrar, es un Hijo deseado por la fe de Israel y por toda la humanidad, sedienta de la revelación del misterio de Dios.
La Iglesia en su fe, con analogía mariana, se hace ella misma madre del Señor, ya que lo alumbrará en su corazón y en su fe.
(Calendario-Directorio del Año Litúrgico 2019, Liturgia fovenda, p. 41ss.)