2018-DOMINGO XXIV DEL TIEMPO ORDINARIO
“Domingo de la profesión de fe de Pedro”
El apóstol Santiago enseña que la fe sin las obras no es nada. Una fe que proclama Pedro en el Evangelio: “Tú eres el Mesías”.
Pero inmediatamente Jesús anuncia su pasión; su misión tiene como horizonte y plenitud de su obediencia al Padre, la Cruz.
Tampoco la palabra de Jesús sería nada sin la obra de la Pasión.
Las obras que autentifican la fe implican el negarse a sí mismo, cargar la propia cruz y seguirle.
El cristiano sabe que la propia cruz forma parte de la que el Señor mismo llevó por todos. Él va delante en la pasión y en la gloria. Estos son los que pueden ir con Él.
Los cristianos somos los que queremos perder la vida por él y por el Evangelio. Es la única manera de salvarla y por eso caminamos: “en presencia del Señor en el país de los vivos” (Salmo).
Y la asamblea en la antífona de la comunión canta: “Que inapreciable es tu misericordia, oh Dios. Los humanos se acogen a la sombra de tus alas”. Son las alas de los querubines que rodeaban el arca de la gloria de Dios; los cristianos se sienten habitados por la misma gloria y presencia cuando se acercan al altar y reciben el santísimo Cuerpo del Señor.