2019 – DOMINGO DE PASCUADE LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR
La oración colecta, tras la lectura del Apóstol, invoca a Dios que “ilumina esta noche santísima con la gloria de la Resurrección del Señor“.
Es la noche en que se celebra la “Madre de todas las vigílies”: la Iglesia alaba a Dios porque “Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado” (Prefacio I de Pascua).
La Pascua de Cristo es también nuestra Pascua: “En su muerte, nuestra muerte ha sido vencida, en su Resurrección resucitamos todos” (Prefacio II de Pascua).
La Iglesia se siente participante del paso-éxodo de Cristo a través de la muerte a la vida.
Ella misma renace y se goza en “la nueva vida que nace de estos sacramentos pascuales” (oración sobre las ofrendas): por el Bautismo se sumerge con Cristo en su Pascua; por la Confirmación recibe el Espíritu de la vida; y en la Eucaristía participa del Cuerpo y la Sangre de Cristo, como memorial de su muerte y resurrección.
Con alegría, la comunidad, cantando el Salmo Sicut cervus, como el ciervo, se dirige a la fuente bautismal para proclamar las maravillas del nuevo nacimiento bajo el signo del agua.
Porque Cristo ha resucitado y vive en la gloria del Padre y en la donación del Espíritu Santo, la Iglesia celebra con eficacia salvadora la Iniciación cristiana para los catecúmenos y también para los fieles que renuevan el Bautismo (renovar significa partir de la primera gracia) y celebran el Banquete eucarístico.
La liturgia es precedida del bello lucernario.
De la mistagogía de los Padres:
«Oh noche, más brillante que el día.
Oh noche, más bella que el sol.
Oh noche, más blanca que la nieve.
Oh noche, más resplandeciente que las antorchas.
Oh noche, más deliciosa que el paraíso.
Oh noche, libre de tinieblas.
Oh noche, llena de luz.
Oh noche, que despiertas el corazón.
Oh noche, que haces velar con los ángeles.
Oh noche, terrible para los demonios.
Oh noche, anhelo de todo un año.
Oh noche, madre de los neófitos…»
Asterio de Amasé, llamado el Sofista (PG 40, 433-444)
Hay que dar el máximo valor a la proclamación del Evangelio.
Es el primer Evangelio (Evangelio alpha), el que los contiene todos y por el cual todos adquieren sentido.
Es realmente la Buena Noticia, magnífica e inaudita de la Resurrección de Cristo.
Para alcanzar este Evangelio se han escuchado las “Profecías” del Antiguo Testamento (creación, sacrificio de Isaac, Éxodo, el anuncio de la nueva alianza, el agua de la vida).
Las profecías están acompañadas con el canto de los Salmos, transidos del sentido pascual y de las oraciones colectas que indican la interpretación cristológica de cada texto.
Son oraciones antiquísimas y bellísimas teológicamente hablando.
El Evangelio de la Resurrección es el punto culminante (punctum saliens) de la celebración de la liturgia de la Palabra (tanto en la Vigilia como en el día de Pascua).
La salmodia en la Noche de Pascua es muy bella y hay que hacer todo lo posible para que sea cantada.
Son Salmos de amor, de la Esposa enamorada del Señor que ha entregado su vida por ella.
Si alguna vez adquiere sentido pleno la ornamentación floral es alrededor del ambón, puesto que recuerda el jardín de la Resurrección y los diáconos (según los comentarios patrísticos) representan los ángeles de la Resurrección.
En algunas liturgias, como ya consta en la peregrina Egeria, es el mismo obispo quien proclama el Evangelio de la Resurrección la noche de Pascua.