2019 – NAVIDAD
Misa de medianoche:
Is 9, 1-6; Sal 95, 1-2a. 2b-3. 11-12. 13; Tt 2, 11-14; Lc 2, 1-14
Las seculares lecturas de la Noche de Navidad tienen como centro el anuncio angélico: “No temáis, os traigo una gran alegría (…) hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor“.
La señal es el Niño fajado y recostado en un pesebre.
La narración de Lucas tiene ya como trasfondo la Resurrección del Señor.
En el icono de la Navidad, el niño, envuelto en pañales, aparece en el fondo de la cueva oscura para significar el sepulcro.
Los pañales prefiguran ya el sudario del Señor en el sepulcro.
En un evento y en otro se hace presente la “teofanía angélica”.
Tanto el nacimiento como la Resurrección del Señor son motivo de una gran alegría.
Uno y otro deben ser anunciados. La doxología mayor de la Misa comienza con las palabras que los ángeles cantaron en la primera noche de Navidad.
El nacimiento del Señor es la aparición, la epifanía gloriosa “de Jesucristo, gran Dios y Salvador nuestro” (segunda lectura) y “el pueblo que caminaba en las tinieblas” (la historia de los hombres) “vio una luz grande” (primera lectura).
Los Salmos reales del “cántico nuevo” (95, 96 y 97) resuenan exultantes en las tres Misas de Navidad.
Los fieles, laeti et triomphan- tes, adoramos al Señor que por nosotros ha nacido en Belén de Judá.
Misa de la aurora:
Is 62, 11-12; Sal 96, 1 y 6. 11-12; Tt 3, 4-7; Lc 2, 15-20.
La antífona de introducción de la Misa canta: “Hoy brillará una luz sobre nosotros“.
Esta luz, los pastores la vieron resplandecer en el rostro del Niño Jesús tras el anuncio del ángel.
El Evangelio de esta Misa de la aurora es continuación del Evangelio de la Misa de medianoche de ayer: los pastores confirman con su ida a Belén la palabra-evento que les había sido anunciada “conforme a lo que se les había dicho“.
Habiendo recibido la confirmación, se convierten en los primeros misioneros del Niño y participan del ministerio de los ángeles, no sólo anunciando el evento, sino con su alabanza a Dios.
Como pastores, prefiguran el ministerio apostólico.
En el sentir, lo que hacían los ángeles ahora lo hacen los pastores.
Como lo habían hecho ellos, ahora también todos se admiraban de lo que decían los pastores.
La Navidad de Jesús llena a todos de estupor en sentido teológico.
De manera sorprendente Lucas menciona a María: “conservaba estas cosas, meditándolas en su corazón“.
Nada referido al Hijo es olvidado por ella, ya que todo tiene un significado para ella y su misión.
Ella es el inicio de la memoria (shemá) de la Iglesia. La contemplación cristiana versará siempre sobre la humanidad del Hijo.
San Pablo, en la segunda lectura, hace comprender que el nacimiento de Jesús es, de hecho, la revelación del Dios vivo, ya que “cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador y su amor al hombre“, lo hizo gratuitamente (no por las obras que nosotros podíamos haber hecho).
El oráculo de Isaías se aplica a la Iglesia: ella es la hija de Sión que, llena de júbilo, puede escuchar hoy: “Mira a tu salvador, que llega“.
De esta manera “amanece la luz para el justo“, como cantamos en el Salmo: es el día que la Luz resplandece para nosotros, porque nos ha nacido el Salvador.
Misa del día
Is 52, 7-10; Sal 97, 1. 2-3ab. 3cd-4. 5-6; Hb 1, 1-6; Jn 1, 1-18 (o bien más breve: 1, 1-5. 9-14)
Desde los inicios de la configuración del Año litúrgico en Occidente no se conoce otro Evangelio para la Misa del día de Navidad sino el Prólogo de san Juan.
Aunque se permitan los otros Evangelios del nacimiento del Señor, no se deben preferir a éste.
El prólogo del IV Evangelio es la gran proclamación de la verdad fundamental de la fe cristiana: el Verbo de Dios, coeterno con el Padre, se ha hecho carne y ha acampado entre nosotros.
Nosotros “hemos contemplado su gloria“, en el don del Espíritu Santo, revelada como gracia y verdad: “De su plenitud (pleroma) hemos recibido gracia tras gracia“.
El pueblo cristiano tiene derecho a escuchar el día de Navidad el más alto y sublime texto referente a la Encarnación del Verbo.
Es esto lo que celebramos y por lo que inmensamente nos alegramos.