2019 – OCTAVA DE LA NAVIDAD DEL SEÑOR.
SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS
La Iglesia dedica hoy a María el título más grande: “Madre de Dios” (Theotokos).
El título mariológico por excelencia es una profesión de fe cristológica.
Aquel que nos ha nacido es “vere Deus” y “vere homo” y María es verdaderamente la Madre de Dios, “más gloriosa que los querubines e incomparablemente más venerable que los serafines” según el himno Agyos estin.
La solemnidad mariana de hoy es la más antigua que la Iglesia de occidente dedica a la Bienaventurada Virgen María.
Es como si la Iglesia no pudiera marchar de la cuna del Señor sin saludar a aquélla que nos dio el Verbo divino.
A pesar de que el inicio del año civil no tiene ningún significado litúrgico hay que tenerlo en cuenta pastoralmente.
Misa: Nm 6, 22-27; Sal 66, 2-3. 5. 6 y 8; Ga 4, 4-7; Lc 2, 16-2
En la primera lectura, encontramos la bendición sacerdotal que Israel utilizaba en su fiesta del año nuevo.
Bendición que los sacerdotes impartían al pueblo de Israel y que luego san Francisco utilizó a menudo.
El Salmo responsorial es la súplica y el deseo del pueblo a una sola voz: “Que Dios tenga piedad y nos bendiga“.
En Navidad, Dios nos ha hecho ver la claridad de su mirada, que descubrimos en la del Niño Jesús y, por ello, todos los pueblos han de alabar al Señor.
En la segunda lectura, San Pablo proclama que la revelación del Dios viviente no es mitológica, sino que se realiza en la historia.
El Hijo de Dios nació de una mujer (María) y, siendo así, vivimos en la plenitud de los tiempos, en la condición de la libertad de los hijos e hijas de Dios, en la participación del mismo Espíritu que nos hace clamar “¡Abba”, Padre!”: “si eres hijo, eres también heredero“.
El nacimiento de Jesús en la historia es nuestro nacimiento en la vida de Dios.
Es el admirable intercambio: Dios se ha hecho hombre, para que nosotros fuéramos hijos de Dios.
En el Evangelio de Lucas, Jesús es circuncidado (el primer derramamiento de su sangre) al octavo día de haber nacido, ya que nació bajo la Ley y forma parte de la primera Alianza.
Su padre y su madre imponen el nombre al niño: se llamará Jesús, como les había sido indicado.
Es un nombre teóforo que significa “Él lleva la salvación de Dios» (Mt 1,21).
María es la primera memoria de la Iglesia: ella es quien conserva todos estas palabras-eventos (dabar) en su corazón y los medita.
Los reflexiona en su oración -una y otra vez- para descubrir sus significados (rumiatio).
El corazón de María es el primer “archivo” y está llamada a ser la primera archivera de la Iglesia.
De su corazón brotará el Evangelio de la gracia.
El corazón de María es el corazón de la Iglesia que estos días medita, contempla, adora y se atreve a interpretar (hacer hermenéu- tica) del significado de la Navidad de Jesús para la humanidad entera, para cada uno de nosotros.
Así lo hará a lo largo de todo el Año de gracia, que es el Año Litúrgico.