2021 – Efemérides semana 27/9 al 3/10
A las cuatro de la mañana del día 27 de setiembre de 1660, moría Monsieur Vincent, conocido hoy por san Vicente de Paúl. Tenía setenta años. Natural del pueblo de Pouy, a cinco kilómetros de Dax, en la región de las Landas el año 1581. Nacido en el seno de una familia pobre, cuyos padres eran originarios de Tamarite de la Litera (Huesca), se ocupó de los trabajos humildes del campo durante su infancia y juventud y, como era habitual en aquel tiempo, empezó la carrera eclesiástica para obtener algún “beneficio“. La experiencia de la pobreza y la oración convirtieron su corazón y lo hicieron el apóstol por excelencia de la caridad. En 1625 fundó los Padres de la Misión, destinados a la evangelización de los medios rurales y, con santa Luisa de Marillac, el año 1633, la Compañía de las Hijas de la Caridad. Ideó una solución canónica para estas religiosas: “Vuestro claustro es el mundo“. Sus iniciativas a favor de la atención caritativa fueron múltiples. Hacía suya la expresión agustiniana: “Amor meus et pondus meus“, refiriéndola a los pobres. Éstos eran su amor y el peso siempre presente en su corazón. Las Hijas de la Caridad eran muchachas campesinas entregadas al trabajo y a la caridad. Con sus escritos espirituales se puede elaborar una teología de la pobreza: “Los pobres son nuestros señores y maestros. Maestros de vida y pensamiento. Junto a ellos la inteligencia se esclarece, el pensamiento se rectifica, la acción se ajusta, la vida se modela desde el interior“. Su vida fue un regalo del Señor para la Iglesia, un verdadero carisma. Él mismo vivió como los pobres a quien servía. La espiritualidad vicenciana ha sido y es muy fecunda en la vida de la Iglesia.
“Veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre“. Los ángeles suben y bajan, según la visión de la escala de Jacob, cita- da por el mismo Señor en el Evangelio de hoy. Son verdaderamente arcángeles, los primeros de los Ángeles, por las misiones altísimas que les fueron encomendadas: a Gabriel anunciar a María la encarnación del Verbo; a Miguel, devenir protector de la Iglesia; y a Rafael ser fiel compañero de camino. Más allá de toda forma mitológica o de exceso en el discurso teológico, los arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael expresan el ser divino. Miguel significa: “¿Quién como Dios?” y ¿quién es como Dios, sino Dios mismo y su Cristo? Gabriel significa: “Dios es fuerte” y ¿quién es fuerte, sino Dios mismo y su Cristo? Rafael significa: “Dios cura” y ¿quién cura, sino Dios mismo y su Cris- to? San Bernardo predica que bajan para ayudarnos en nuestros caminos y nos elevan para llevarnos a la contemplación de la Verdad esencial, que ellos contemplan cara a cara. Pero el único camino, por el que suben y bajan, es común a ellos y a nosotros: Cristo, en el misterio de su Muerte y Resurrección. Él es la verdadera escalera que Jacob soñó, aquella que conforma el escudo de la primera Cartuja de la Península: “Scala Dei“. La Liturgia cristina se complace hoy en celebrar los santos Arcángeles en el bello oficio de las Horas Santas y en la Eucaristía. Ellos son mensajeros de la Navidad y de la Pascua, y nosotros participamos del ministerio angélico cuando alabamos a Dios Trinidad, anunciamos la Verdad de Cristo y somos “ángeles-servidores” los unos de los otros. En las santas Iglesias de Oriente, la Liturgia de los ángeles es aún más espléndida, ya que son comunidades conscientes de que la Liturgia de la tierra es participación de la Liturgia celestial. Cuando cantan los Evangelios de la Resurrección, un diácono se pone en un extremo del altar con el Evangeliario, y otro en el otro extremo con el incensario, con el fin de significar que la Mesa del Señor es su sepulcro, del cual Él resucita y se hace presente en los Santos y Vivificantes Mis- terios de la Eucaristía. Es bueno recordar, con la tríada de los arcángeles, el bello e insuperable icono de Rublev con la “teologia” que allí debe contemplarse, pues los ángeles en la Biblia son mediación de la Presencia divina. La teología sobre los ángeles debe ser muy discreta, acorde con la Sagrada Escritura que es realmente sobria sobre su esencia y su ministerio. Los ángeles están presentes en el Antiguo y Nuevo Testamento, y su existencia no se puede liquidar sin más como hace una cierta teología racionalista. El Evangelio, referente a la vocación de Natanael, ha sido escogido claramente por el versículo: “Veréis a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del Hombre“. El creyente ve siempre el cielo abierto, el mundo de Dios, en la fe y en la contemplación. Verá siempre “lo mayor” que es el Señor glorificado y comprenderá que el abajamiento y la exaltación del Hijo de Dios, “el Hijo del Hombre“, es “la escala de Jacob” que une el cielo con la tierra, y la tierra con el cielo (Gn 28,11ss). Ahora el Hijo está en el cielo como en la tierra, de manera que lo ascendente y lo descendente es simultáneo y dinámico. Los ángeles pueden ser una imagen sensible del Espíritu Santo, que desciende del Padre y del Hijo y permanece junto a nosotros. Natanael veía al Señor que lo llamaba, porque permanece entre nosotros, pero Él jamás ha dejado el cielo pues vive siempre con el Padre (Jn 14,11). Los ángeles pertenecen al mundo de Dios, que los envía al servicio del Señor Jesús y de su obra de salvación, ya que todo ha sido creado por y para Él (Col 1,16). En la primera lectura, la visión de Daniel, en la cual están los ángeles que sirven a Dios y rodean la manifestación del Hijo del hombre a quién se da todo poder, honor y reino, de estas palabras se formó el antiquísimo embolismo del Padre nuestro: “Tuyo es el poder, el reino y la gloria, Señor“. Los ángeles forman parte del “cielo abierto” que Natanael contemplará por la Resurrección de Cristo. Los cristianos podemos comprender, en la fe, que en nuestro caminar hacia Dios los ángeles nos acompañan. Ejercen su ministerio como manifestación de la presencia divina a favor nuestro, y “son los servidores que cumplen sus deseos” (verso aleluyáti- co). Los ángeles, en la Escritura, son también “liturgos” y alaban a Dios. Los cristianos, en la Liturgia y de manera concreta en el canto del “trisagion” del Prefacio, nos unimos a su alabanza. Así, el Salmo canta en el verso responsorial: “En presencia de los ángeles tañeré para ti“. Como subraya el Catecismo, la Liturgia cristiana se celebra en el cielo: “La Liturgia es “acción“ del “Cristo total” (Christus totus). Los que desde ahora la celebran participan ya, más allá de los signos, de la Liturgia del cielo, donde la celebración es enteramente comunión y fiesta” (CEC 1136).
“¿Qué podemos aprender de San Jerónimo? Pienso en particular en esto: amar la Palabra de Dios en la Sagrada Escritura. San Jerónimo dice: “Ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo”. Por lo tanto, es muy importante que todos los cristianos vivan en contacto y en un diálogo personal con la Palabra de Dios que nos es dada en la Sagrada Escritura. Nuestro diálogo con Él siempre debe tener dos dimensiones: por un lado, debe ser un diálogo realmente personal, porque Dios habla con cada uno de nosotros mediante la Sagrada Escritura y tiene un mensaje para todos. Debemos leer la Sagrada Escritura no como una palabra del pasado, sino como una palabra de Dios que también nos habla: debemos esfor- zarnos por comprender aquello que el Señor quiere decirnos. Pero para no caer en el individualismo, debemos tener en cuenta que la Palabra de Dios se nos da precisamente para construir comunión, para unirnos en la verdad de nuestro camino hacia Dios. Por tanto, a pesar de ser una palabra personal, también es una palabra que construye una comunidad, que construye la Iglesia. En consecuencia, tenemos que leerla en comunión con la Iglesia viva. El lugar privilegiado de lectura y escucha de la Palabra de Dios es la Liturgia, en la que, celebrando la Palabra y haciendo presente el Sacra- mento del Cuerpo de Cristo, nos damos cuenta de la presencia de la Palabra en nuestra vida y la hacemos presente entre nosotros. No debemos olvidar nunca que la Palabra de Dios trasciende el tiempo. Las opiniones humanas van y vienen. Aquello que hoy es muy moderno será mañana muy antiguo. Por el contrario, la Palabra de Dios es una palabra de vida eterna, nos trae la eternidad, que es para siempre. Llevando en nosotros la Palabra de Dios, llevamos en nosotros lo que es eterno: la vida eterna“. (De las catequesis del Papa Benedicto XVI, 7 de novembre de 2007) 1 de octubre. SANTA TERESA DEL NIÑO JESÚS, virgen y doctora de la Iglesia En un Carmelo frío y poco soleado de Normandía, en Lisieux, moría el 30 de septiembre del año 1897, Thérèse de l’Enfant Jésus de la Sainte Face. Tenía veinticuatro años y si por obediencia no hubiese escrito los “Manuscritos autobiográficos“, donde narra sus recuerdos familiares y su itinerario espiritual, a buen seguro hubiera permanecido en el ano- nimato más absoluto. La recopilación de aquellos sus escritos, titulados entonces “Historia de un alma“, se divulgó extraordinariamente y fue traducido a muchos idiomas. Conservamos parte de su epistolario y poesías, himnos y recreaciones piadoses, pequeñas obras teatrales, que escribía como obsequio para las hermanas religiosas en diversas efemérides y celebraciones comunitarias. Santa Teresita, como se la conoce familiarmente en nuestras tierras, nos enseña el “Caminito de la infancia espiritual“, esto es: el de la confianza il·limitada, llena de audacia amorosa, en el Padre del cielo, y el del gran valor de las cosas de cada día, del momento presente. “Sólo tengo hoy para amarte, Señor“, leemos en una de sus poesías (PN 5, 1 de junio 1894). En ella todo es simple y realista: la vida, la oración, la caridad. Von Balthasar no dudará en sostener que su vida fue una “existencia teològica“. Minada por una terrible tuberculosis, inmersa en la “noche de la fe“, llena de sufrimientos, con una caridad escondida y heroica, rodeada de sus hermanas de comunidad, murió apretando fuertemente entre sus manos el crucifijo de su profesión religiosa. Sus últimas palabras fueron, mirándolo: “Je l’aime, oh mon Dieu, je vous aime“. Así se consumió y fue toda su vida: una “Ofrenda al amor misericordioso” de Dios; título de una oración suya conocida y recitada mundialmente. En su última carta había escrito: “No muero, entro en la vida“. Sus hermanas de comunidad se dan cuenta entonces que han convivido con una santa: a raíz de la publicación de sus escritos, se sucede “el huracán de gloria“. Soldados de la I gran guerra llevan una estampa o medallas suyas en el campo de batalla, tanta es su irradiación espiritual y la certeza de su protección desde el Cielo, con su promesa de una “lluvia de roses“. Pío XI la llamó “Estrella de mi pontificado” y la canonizó en 1925. Es Patrona de las misiones, sin haber salido nunca de la clausura, y Doctora de la Iglesia, san Juan Pablo II le concedió el título de “Doctor amoris“. Para una incontable multitud de personas, creyentes o no, Teresa del Niño Jesús es una amiga, una hermana: muchas de ellas viven la fe acompañadas por su presencia fraterna y su guía interior. ¿No es ésta la “comunión de los Santos” que proclamamos al recitar el “Credo“?
En la historia de la salvación, Dios confía a sus ángeles el encargo de proteger a sus siervos, Salmo 90, 11-13, y a todo el pueblo santo (Ex 23, 20-23). Pedro es liberado de la prisión por su ángel (Hch 12, 7-11.15). Jesús defiende y protege a los pequeños diciendo que sus ángeles ven siempre el rostro del Padre que está en el cielo (Mt 18,10). El Catecismo de la Iglesia Católica expone: “Los ángeles y los hombres, criaturas inteligentes y libres, deben caminar hacia su destino último por elección libre y amor de preferencia» (CCE 311). En comunión con toda la Iglesia veneramos a los ángeles custodios y glorificamos a Dios “hasta que el Señor venga revestido de majestad y acompañado de sus ángeles (cf. Mt 25, 31) y, destruida la muerte, le sean sometidas todas las cosas (cf. 1Co 15, 26-27)” (LG 49). Obsérvese que en las tres oraciones presidenciales se evoca el tema del “camino del creyente” hacia Dios, un peregrinaje que los ángeles custodian. La Liturgia de la Iglesia celebra la memoria de los santos Ángeles Custodios espléndidamente: el Oficio de Laudes es festivo y la salmodia de Vísperas es propia. San Bernardo, en el Oficio de lectura predica sobre el Salmo 90, “Tú que habitas al amparo del Altísimo“, el mismo Salmo que en la Eucaristía se canta como responsorial: “A sus ángeles ha dado órdenes para que te guarden en tus caminos“. La celebración fue introducida en el calendario romano en 1615. La providencia divina no deja solo a Israel en el difícil camino por el desierto. Finalmente entra en la tierra prometida como el lugar preparado por Dios para el pueblo escogido. El ángel es signo de la presencia y de la protección divina. La promesa: “Voy a enviarte un ángel por delante, para que te cuide en el camino y te lleve al lugar que he preparado“, se realizó para el pueblo elegido, y continúa cumpliéndose en la Iglesia universal, local, en cada comunidad y en cada persona. Los ángeles custodian los caminos que van hacia Dios. En el Evangelio, Jesús proclama el secreto de la verdadera grandeza con el signo del niño que toma en sus brazos y pone en medio. El versículo “sus ángeles están viendo siempre en los cielos el rostro de mi Padre celestial” es un “unicum” en el Nuevo Testamento. Es una bella palabra del Señor que suscita una gran reverencia: los pequeños, pobres, son intocables, son de Dios. Con estas palabras recuerda que los ángeles custodios de los más pequeños, niños, pobres, desvalidos, contemplan el rostro del Padre y son sus valedores ante el tribunal divino contra toda injusticia padecida por sus protegidos. Dice la carta a los Hebreos:”¿Es que no son todos ellos espíritus servi- dores con la misión de asistir a los que han de heredar la salvación?“(Hb 1,14). (Calendario-Directorio del Año Litúrgico 2021, Liturgia fovenda, p.415ss) |
A les quatre del matí del dia 27 de setembre de 1660, moria Monsieur Vincent, conegut avui per sant Vicenç de Paül. Tenia setanta anys. Natural del poble de Pouy, a cinc quilòmetres de Dacs, a la regió de les Landes. Nascut l’any 1581 en el si d’una família pobra, els pares eren originaris de Tamarite de la Litera (Osca); es va ocupar dels treballs humils del camp durant la seva infància i joventut i, com era habitual en aquell temps, va començar la carrera eclesiàstica per obtenir algun “benefici“. L’experiència de la pobresa i l’oració van convertir el seu cor i en feren l’apòstol per excel·lència de la caritat. El 1625 va fundar els Pares de la Missió, destinats a l’evangelització dels medis rurals i, amb santa Lluïsa de Marillac, l’any 1633, la Companyia de les Filles de la Caritat. Va idear una solució canònica per a aquestes religioses: “El vostre claustre és el món“. Les seves iniciatives a favor de l’atenció caritativa van ser múltiples. Feia seva l’expressió agustiniana: “Amor meus et pondus meus“, referint-la als pobres. Aquests eren el seu amor i el pes sempre present en el seu cor. Les Filles de la Caritat eren noies camperoles lliurades a la feina i a la caritat. Amb els seus escrits espirituals es pot elaborar una teologia de la pobresa: “Els pobres són els nostres senyors i mestres. Mestres de vida i pensament. Al costat d’ells la intel·ligència s’esclareix, el pensament es rectifica, l’acció s’ajusta, la vida es modela des de l’interior“. La seva vida va ser un regal del Senyor per a l’Església, un veritable carisma. Ell mateix va viure com els pobres a qui servia. L’espiritualitat vicenciana ha estat i és molt fecunda en la vida de l’Església.
“Què podem aprendre de Sant Jeroni? Penso en particular en això: estimar la Paraula de Déu en la Sagrada Escriptura. Sant Jeroni diu: “Ignorar les Escriptures és ignorar Crist”. Per tant, és molt important que tots els cristians visquin en contacte i en un diàleg personal amb la Paraula de Déu que ens és donada en la Sagrada Escriptura. El nostre diàleg amb Ell sempre ha de tenir dues dimensions: d’una banda, ha de ser un diàleg realment personal, perquè Déu parla amb cadascun de nosaltres mitjançant la Sagrada Escriptura i té un missatge per a tothom. Hem de llegir la Sagrada Escriptura no com una paraula del passat, sinó com una paraula de Déu que també ens parla: cal esforçar-nos a comprendre allò que el Senyor vol dir-nos. Però per a no caure en l’individualisme, hem de tenir en compte que la Paraula de Déu se’ns dóna precisament per a construir comunió, per unir-nos en la veritat del nostre camí vers Déu. Per tant, tot i ser una paraula personal, també és una paraula que construeix una comunitat, que construeix l’Església. En conseqüència, hem de llegir-la en comunió amb l’Església viva. El lloc privilegiat de lectura i escolta de la Paraula de Déu és la Litúrgia, en què, celebrant la Paraula i fent present al Sagrament del Cos de Crist, ens adonem de la presència de la Paraula en la nostra vida i la fem present entre nosaltres. No hem d’oblidar mai que la Paraula de Déu transcendeix el temps. Les opinions humanes van i venen. Allò que avui és molt modern, demà serà molt antic. Al contrari, la Paraula de Déu és una paraula de vida eterna, ens duu l’eternitat, que és per sempre. Portant en nosaltres la Paraula de Déu, portem en nosaltres allò que és etern: la vida eterna“. (De les catequesis del Papa Benet XVI, 7 de novembre de 2007) 1 d’octubre SANTA TERESA DE L’INFANT JESÚS, verge i doctora de l’Església En un Carmel fred i poc assolellat de Normandia, a Lisieux, moria el 30 de setembre de l’any 1897, Thérèse de l’Énfant Jésus de la Sainte Face. Tenia vint-i-quatre anys i, si per obediència no hagués escrit els “Manuscrits autobiogràfics” on narra els seus records familiars i el seu itinerari espiritual, segurament hauria restat en l’anonimat més absolut. La recopilació d’aquells seus escrits, titulats llavors “Història d’una ànima“, es divulgaren arreu i foren traduïts a molts idiomes. Conservem part del seu epistolari i poesies, himnes i recreacions piadoses, petites obres teatrals, que escrivia com a regal per a les germanes religioses en diverses efemèrides i celebracions comunitàries. Santa Teresina, com se l’anomena familiarment a la nostra terra, ens ensenya el “Caminet de la infància espiritual“, això és: el de la confiança il·limitada, plena d’audàcia amorosa, en el Pare del cel, i el del gran valor de les coses de cada dia, del moment present. “Només tinc avui per estimar-vos, Senyor“, diu en una de les seves poesies (PN 5, 1 juny 1894). En ella tot és simple i realista: la vida, la pregària, la caritat. Von Balthasar no dubtarà en afirmar que la seva vida fou una “existència teològica“. Minada per una terrible tuberculosi, immersa en la “nit de la fe“, plena de sofriments, amb una caritat amagada i heroica, envoltada de les seves germanes de comunitat, va morir sostenint fortament entre les mans el crucifix de la seva professió religiosa. Les seves darreres paraules van ser, mirant-lo: “Je l’aime, oh mon Dieu, je vous aime“. Així fou tota la seva vida: una “ofrena a l’amor misericordiós” de Déu, títol d’una pregària seva coneguda i recitada mundialment. En la seva darrera carta havia escrit: “No moro, entro a la vida“. Les seves germanes de comunitat s’adonen llavors que han conviscut amb una santa. Arrel de la publicació dels seus escrits, se succeeix “l’huracà de glòria“. Soldats de la I gran guerra porten una estampa o medalles seves al camp de batalla, tanta és la seva irradiació espiritual i la certesa de la seva protecció des del Cel, amb la seva promesa d’una “pluja de roses“. Pius XI l’anomenà “Estel del meu pontificat” i la canonitzà el 1925. És Patrona de les missions, sense haver sortit mai de la clausura, i Doctora de l’Església, sant Joan Pau II li concedí el títol de “Doctor amoris“. Per a una incomptable multitud de persones, creients o no, Teresa de l’Infant Jesús és una amiga, una germana: moltes d’elles viuen la fe acompanyades per la seva presència fraterna i el seu mestratge interior. No és aquesta la “comunió dels sants” que proclamem en recitar el Credo?
En la història de la salvació, Déu confia als seus àngels l’encàrrec de protegir els seus servents, Salm 90, 11-13, i a tot el poble sant (Ex 23, 20-23). Pere és alliberat de la presó pel seu àngel (Fets 12, 7-11.15). Jesús defensa i protegeix els petits dient que els seus àngels veuen sempre el rostre del Pare que és al cel (Mt 18,10). El Catecisme de l’Església Catòlica exposa: “Els àngels i els homes, criatures intel·ligents i lliures, han de caminar cap al seu destí últim per elecció lliure i amor de preferència” (CCE 311). En comunió amb tota l’Església, venerem els àngels custodis i glorifiquem Déu “fins que el Senyor vingui revestit de majestat i acompanyat dels seus àngels (cf. Mt 25, 31) i, destruïda la mort, li siguin sotmeses totes les coses (cf. 1C 15, 26-27)” (LG 49). Cal observar que en les tres oracions presidencials s’evoca el tema del “camí del creient” cap a Déu, un pelegrinatge que els àngels custodien. La Litúrgia de l’Església celebra la memòria dels sants Àngels de la Guarda esplèndidament: l’Ofici de Laudes és festiu i la salmòdia de Vespres és pròpia. Sant Bernat, a l’Ofici de lectura, predica sobre el Salm 90, “Tu que vius a recer de l’Altíssim“, el mateix Salm que en l’Eucaristia es canta com responsorial: “Ha donat ordre als seus àngels de guardar-te en els camins“. La celebració va ser introduïda en el calendari romà l’any 1615. La Providència divina no deixa sol Israel en el difícil camí pel desert. Finalment, entra a la terra promesa com el lloc preparat per Déu per al poble escollit. L’àngel és signe de la presència i de la protecció divines. La promesa: “Jo envio davant teu el meu àngel. Et guardarà pel camí i et farà entrar al lloc que jo t’he preparat“, es va realitzar per al poble escollit, i continua acomplint-se en l’Església universal, local, en cada comunitat i en cada persona. Els àngels custodien els camins que van cap a Déu. En l’Evangeli, Jesús proclama el secret de la veritable grandesa amb el signe de l’infant que pren als seus braços i posa al mig. El verset “els seus àngels veuen [lit.: estan veient sempre] cara a cara el meu Pare en el cel” és un “unicum” en el Nou Testament. És una bella paraula del Senyor que suscita una gran reverència: els “petits“, pobres, són intocables, són de Déu. Amb aquestes paraules recorda que els àngels custodis dels més petits, nens, pobres, desvalguts, contemplen el rostre del Pare i són els seus valedors davant el tribunal diví contra tota injustícia infringida als seus protegits. Diu la carta als Hebreus: “Els àngels només són esperits que exerceixen un ministeri, enviats per a fer un servei als qui han d’heretar la salvació” (He 1,14). (Calendari-Directori de l´Any Litúrgic 2021, Liturgia fovenda, p.397ss) |