2022 – LA CUARESMA – LA QUARESMA
NOTAS DE ESPIRITUALIDAD LITÚRGICA La Cuaresma es sobre todo un itinerario catecumenal. Sólo desde la clave de la celebración de los “Sacramentos de la Iniciación“, ya sean recibidos, catecúmenos, o renovados, fieles, en la Noche de Pascua, se comprende el guion de la disposición del Leccionario, el rezo de los Salmos y la rica eucología del Misal y de la Liturgia de las Horas para este tiempo, realmente fuerte. Tanto los catecúmenos como los fieles deben participar en el Misterio de la Muerte y de la Resurrección del Señor. Es un morir a la condición de la humanidad del primer Adán, destinado a la muerte, y resucitar con Cristo con una humanidad nueva, destinada a la vida eterna, con la recepción de la gracia y de la vida de Dios. La clave está en la epístola de la Vigilia pascual, la gran catequesis de Pablo sobre el Bautismo. A excepción de santa María, todos los santos son pecadores convertidos a Jesucristo. Uno jamás es del todo cristiano, sino que “se va haciendo cristiano” en la medida que abre su existencia a la gracia de Dios, “christiani non nascuntur, fiunt“. San Ignacio de Antioquia, cuando lo llevaban al martirio, exclamó: “Ahora empiezo a ser discípulo de Cristo“. Ser cristiano es un comenzar siempre. La vida cristiana jamás es acumulativa: tiene sus progresos, también sus regresiones. San Gregorio de Nisa predica: “El que asciende no cesa nunca de ir de comienzo en comienzo mediante comienzos que no tienen fin. Jamás el que asciende deja de desear lo que ya conoce” (Hom. in Cant., 8). Una nueva Pascua significa un nuevo comienzo a lo largo de toda una vida. Toda la pastoral de la Cuaresma debe ordenarse primordialmente a una recuperación de la conciencia bautismal de los creyentes y a su pertenencia a la Iglesia, como comunidad. La Cuaresma, ¡se ha dicho tantas veces!, sin Pascua no tendría sentido. Recordemos la enseñanza del Concilio Vaticano II: “El tiempo cuaresmal prepara a los fieles, entregados más intensamente a oír la Palabra de Dios y a la oración, para que celebren el Misterio pascual, sobre todo mediante el recuerdo o la preparación del Bautismo y mediante la Penitencia; dese particular relieve en la Liturgia y en la catequesis litúrgica al doble carácter de dicho tiempo” (SC l09). Esto marca también un itinerario penitencial, conversión personal y comunitaria, que se expresa en el arduo esfuerzo del ayuno, de la limosna y de la oración, como nos invita el mismo Señor al principio de la Cuaresma. La conversión es siempre un don, nunca el resultado de un esfuerzo voluntarista: “Conviértenos a ti, Señor y seremos convertidos” (Lm 5,21). Cuaresma es un tiempo de penitencia gozosa: convertirse al Señor es siempre una alegría. Una conversión que se debe pedir y recibir como un don. En nuestra humanidad marcada por el pecado debe emerger la humanidad nueva que nace del Bautismo, sellada por la Confirmación, alimentada por la Eucaristía y reconciliada por la Penitencia. Todo ello bajo el signo eclesial. Tanto para los fieles como para los pastores. La vida cristiana y eclesial empieza siempre con el don de la conversión que es la manifestación del Espíritu Santo. Siguiendo la tradición litúrgica, la memoria de los santos queda fuera de lugar en la Cuaresma. Las solemnidades se reducen a dos: san José, Esposo de la Virgen, y la Anunciación del Señor. Permanece por su antigüedad la fiesta de la Cátedra de san Pedro. La sintonía de la Liturgia de las Horas con la Eucaristía se refuerza en el tiempo cuaresmal y nada distrae a la comunidad que se prepara para el sacramento pascual. La Cuaresma es tiempo de conversión, renovación perfectiva de la vida cristiana, de escuchar la Palabra de Dios, de permanecer en la oración y en la práctica de las obras de misericordia, de perseverar en el ayuno como signo de ascesis de lo superfluo y para expresar que tenemos hambre de Dios. Y todo bajo el signo de la Cruz. Todos estos temas se encuentran en la proclamación de la Palabra, en la austera eucología litúrgica y en la oración cristiforme de los Salmos. Es una buena costumbre que el cristiano se sienta llamado e invitado a la celebración cotidiana de la Eucaristía, como mínimo en los días fuertes de las ferias cuaresmales: los miércoles y los viernes. También se recomienda la participación en la Liturgia de las Horas, especialmente las I y II Vísperas del Domingo. La dimensión eclesial no puede dejarse de lado. No es cada uno, sino toda la Iglesia, concretada en cada lugar o comunidad, quien tomando conciencia de sí se convierte al Señor y quiere vivir la profunda “metanoia“, cambio de mentalidad. San Juan Crisóstomo predica que toda la Iglesia, a manera de navío, se pone en rumbo hacia el puerto de la Pascua. Uno no se convierte solo, sino con los hermanos y hermanas, ayudándose mutuamente y orando unos por otros. En este sentido, el mensaje anual del Papa para la Cuaresma, también de los respectivos obispos locales, son importantes. La dimensión social, el servicio y la preocupación para los pobres y marginados, está incluida en la Liturgia cuaresmal, forma parte de su esencia. El amor a los hermanos es lo que autentifica la Liturgia cuaresmal. Los mensajes que los Sumos Pontífices dirigen a toda la Iglesia acentúan la dimensión de caridad y de solidaridad con los más pobres. Esto es lo que determina fundamentalmente el ayuno cuaresmal. Nadie puede decir que la Cuaresma no es algo serio o que no pertenece al espíritu de la época. Nadie lo puede afirmar, porque el Mal, dentro y fuera de la Iglesia, es real, es lo densamente real. Las oraciones venerables que encontramos en el Misal y las exhortaciones de las Escrituras y de los Padres comunican que el cristiano debe luchar contra el Mal: es el “combate de la fe“. Lo mundano encuentra espacio en la vida de la Iglesia en lo ideológico, que en el fondo son sólo palabras que pueden estar presentes en el corazón de todos. Los cristianos no somos mejores que los demás: podemos ser lujuriosos y ávidos de dinero, que es una idolatría, y podemos ser muy poco solidarios. Y si la Ley del Mal es “siempre más“, cada Cuaresma debería ser “un poco menos” de todo aquello que se opone a la voluntad de Dios en nuestras vidas. La celebración del Sacramento de la Penitencia al final de la Cuaresma debe ser altamente significativa y urgida. Es el abrazo del Padre que espera al hijo, le restablece el anillo de hijo, y lo calza, como signo de que ya no es esclavo, sino hijo, antes de sentarle a la Mesa del Banquete. Es la “oveja perdida“, finalmente hallada. La Iglesia, recorriendo cada año los cuarenta días Cuaresmales, durante los cuales vive el combate espiritual contra las fuerzas de este mundo, sabe que en el fondo su peregrinación siempre tiene esta dinámica: de Pascua en Pascua, hasta la Pascua definitiva. Se requiere un poco de valor para entrar en la Cuaresma. Es entrar en el “tiempo del deseo“, paso a paso con Cristo. Entrar en su camino de amor, de muerte y de gloria. Un camino que debemos transitar a la luz de la Palabra. Hay que adentrarse en esta gracia de renovación. Un camino por el que la Iglesia, con su sabiduría materna, marca los pasos: tanto para los catecúmenos que caminan hacia el Bautismo, como para los fieles. Y lo hace paulatinamente, Domingo tras Domingo. Todo ello se realiza en una Liturgia desarrollada por la mediación necesaria de Jesucristo, el Señor Resucitado, y con la continua presencia, vivificante y santificadora, del Espíritu de Dios. Cuaresma es la Iglesia en éxodo, hacia la Pascua, como canta bellamente el Prefacio V: “Tú abres a la Iglesia el camino de un nuevo éxodo a través del desierto cuaresmal“. Presentación del Ciclo C para los Domingos de Cuaresma Es decisivo seguir la proclamación de la Palabra de Dios en el ciclo dominical. El ciclo A es siempre paradigmático, debe utilizarse siempre que en la comunidad haya catecúmenos. Es tan importante este ciclo A que en los años B y C los textos propuestos quedan como lecturas opcionales para cualquier día de la semana. El nuevo Leccionario, en la disposición de las lecturas, destaca perfectamente su importancia. En la forma en que la Santa Iglesia lee la Escritura encontramos siempre círculos cada vez más convergentes y concéntricos alrededor de Cristo glorificado. Todo lo que se da como “en parte” en la Liturgia de la Palabra cuaresmal se apiña en la Liturgia de la Palabra de la Vigilia Pascual: entonces se proclama el Evangelio de todos los Evangelios, el anuncio de la Resurrección de nuestro Señor. Allí toda la Escritura se entrega como un “todo“, puesto que todo se refería a Él. En la catequesis de Emaús el Señor dice a los peregrinos: “Había de cumplirse todo lo que está escrito acerca de mí en la ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos” (Lc 24, 44). El ciclo C acusa el sello sacramental de las lecturas evangélicas lucanas. El tema de la conversión integral es presentado como respuesta a la iniciativa de la misericordia de Dios. En el III Domingo, Dios se manifiesta con su iniciativa salvífica y el Apóstol, segunda lectura, nos hace contemplarla con todo su valor pedagógico; asimismo, en el Evangelio se nos reclama la responsabilidad penitencial de la conversión, en su sentido más teológico. En el IV Domingo, se proclaman quizás las lecturas más bellas. En la primera lectura, del libro de Josué, la Pascua en la tierra de promisión; en la segunda lectura, del Apóstol, la reconciliación pascual en Cristo; y en el Evangelio, la gran parábola del regreso del hijo, la parábola por excelencia sobre la misericordia divina. En el V Domingo, en la primera lectura, la renovación por la gracia de Dios; en la epístola del Apóstol, la renovación que nos configura con Cristo; y en el Evangelio (Jn 8,1-11) que, según los exegetas, es un texto de la tradición lucana encajado en el IV Evangelio, la gran escena del perdón a la mujer adúltera que los judíos querían lapidar, como icono de la recuperación del pecador por parte de Cristo. El “ciclo de Lucas” implica una penitencia cuaresmal interiorizada y personal. Un estupor por la misericordia entrañable de Dios y la contrición, también por amor, de nuestra vida. Una conversión que procede del descubrimiento del Dios que es bondad infinita. Texto de la mistagogía de los Santos “Si buscas por dónde has de ir, acoge en ti a Cristo, porque Él es el camino: “Éste es el camino, caminen por él“. Y San Agustín dice: “Camina a través del hombre y llegarás a Dios“. Es mejor andar por el camino, aunque sea cojeando, que caminar rápidamente fuera de camino. Porque el que va cojeando por el camino, aunque adelante poco, se va acercando a la meta; pero el que anda fuera del camino, cuanto más corre, tanto más se va alejando de la meta. Si buscas a dónde has de ir, aférrate a Cristo, porque Él es la verdad a la que deseamos llegar: “Mi paladar repasa la verdad“. Si buscas dónde has de quedarte, aférrate a Cristo, porque Él es la vida: “Quien me alcanza encuentra la vida y obtiene el favor del Señor“. Aférrate, pues a Cristo, si quieres vivir seguro; es imposible que te desvíes, porque Él es el camino. Por esto, los que a Él se agarran no van descaminados, sino que van por el camino recto. Tampoco pueden verse engañados, ya que Él es la verdad y enseña la verdad completa, pues dice: “Yo para esto nací y para esto vine al mundo: para declarar, como testigo, a favor de la verdad“. Tampoco pueden verse decepcionados, ya que Él es la vida y dador de vida, tal como dice: “Yo he venido para que tengan vida, y que la tengan en abundancia“. De los comentarios de san Tomás de Aquino sobre el Evangelio de Juan (14,5-7) (Calendario-Directorio del Año Litúrgico 2022, p.156ss) |
NOTES D’ESPIRITUALITAT LITÚRGICA La Quaresma és sobretot un itinerari catecumenal. Només des de la clau de la celebració dels “sagraments de la Iniciació“, ja siguin rebuts, catecúmens, o renovats, fidels, en la Nit de Pasqua, es comprèn el guió de la disposició del Leccionari, el rés dels Salms i la rica eucologia del Missal i de la Litúrgia de les Hores per aquest temps, realment fort. Tant els catecúmens com els fidels han de participar en el Misteri de la Mort i de la Resurrecció del Senyor. És un morir a la condició de la humanitat del primer Adam, destinat a la mort, i ressuscitar amb Crist amb una humanitat nova, destinada a la vida eterna, amb la recepció de la gràcia i de la vida de Déu. La clau està en l’epístola de la Vigília pasqual, la gran catequesi de Pau sobre el Baptisme. A excepció de santa Maria, tots els sants són pecadors convertits a Jesucrist. Un mai és del tot cristià, sinó que “es va fent cristià” en la mesura que obre la seva existència a la gràcia de Déu: “christiani non nascuntur, fiunt“. Sant Ignasi d’Antioquia, quan el duien al martiri, exclamà: “Ara començo a ser deixeble de Crist“. Ser cristià és un començar sempre. La vida cristiana no és mai acumulativa: té els seus progressos, també les seves regressions. Sant Gregori de Nissa predica: “El qui ascendeix no cessa mai d’anar de començament en començament mitjançant començaments que no tenen fi. Mai el qui ascendeix deixa de desitjar el que ja coneix” (Hom. in Cant., 8). Una nova Pasqua significa un nou començament al llarg de tota una vida. Tota la pastoral de la Quaresma ha de dirigir-se, primordialment a una recuperació de la consciència baptismal dels creients i de la seva pertinença a l’Església, com a comunitat. La Quaresma, s’ha dit tantes vegades!, sense Pasqua no tindria sentit. Recordem l’ensenyament del Concili Vaticà II: “El temps quaresmal prepara els fidels, lliurats més intensament a escoltar la Paraula de Déu i a la pregària, perquè celebrin el Misteri pasqual, sobretot mitjançant el record o la preparació del Baptisme i mitjançant la penitència; cal atorgar particular relleu -en la Litúrgia i en la catequesi litúrgica- al doble caràcter d’aquest temps” (SC 109). Això marca també un itinerari penitencial, conversió personal i comunitària, que s’expressa en l’ardu esforç del dejuni, de l’almoina i de l’oració, com ens convida el mateix Senyor al principi de la Quaresma. La conversió és sempre un do, mai el resultat d’un esforç voluntarista: “Feu-nos tornar a Vós, Senyor i tornarem” (Lm 5,21). Quaresma és un temps de penitència joiosa: convertir-se al Senyor és sempre una alegria. Una conversió que s’ha de demanar i rebre com un do. En la nostra humanitat marcada pel pecat ha d’emergir la humanitat nova que neix del Baptisme, segellada per la Confirmació, alimentada per l’Eucaristia i reconciliada per la Penitència. Tot això sota el signe eclesial. Tant per als fidels com per als pastors. La vida cristiana i eclesial comença sempre amb el do de la conversió que és la manifestació de l’Esperit Sant. Seguint la tradició litúrgica, la memòria dels sants queda fora de lloc en la Quaresma. Les solemnitats es redueixen a dues: Sant Josep, Espòs de la Benaurada Verge Maria, i l’Anunciació del Senyor. Roman, per la seva antiguitat, la festa de la Càtedra de sant Pere. La sintonia de la Litúrgia de les Hores amb l’Eucaristia es reforça en el temps quaresmal i res distreu la comunitat que es prepara per al sagrament pasqual. La Quaresma és temps de conversió, renovació perfectiva de la vida cristiana, d’escoltar la Paraula de Déu, de romandre en l’oració i en la pràctica de les obres de misericòrdia, de perseverar en el dejuni com a signe d’ascesi del superflu i per expressar que tenim fam de Déu. I tot sota el signe de la Creu. Tots aquests temes es troben en la proclamació de la Paraula, en l’austera eucologia litúrgica i en l’oració cristiforme dels Salms. És un bon costum que el cristià se senti cridat i convidat a la celebració quotidiana de l’Eucaristia, com a mínim en els dies forts de les fèries quaresmals: els dimecres i els divendres. També es recomana la participació en la Litúrgia de les Hores, especialment les I i II Vespres del Diumenge. La dimensió eclesial no pot arraconar-se. No és cadascú individualment, sinó tota l’Església, concretada en cada lloc o comunitat qui, prenent consciència de sí mateixa, es converteix al Senyor i vol viure la profunda “metanoia“, canvi de mentalitat. Sant Joan Crisòstom predica que tota l’Església, a manera de navili, es posa en rumb cap al port de la Pasqua. Un no es converteix sol, sinó amb els germans i germanes, ajudant- se mútuament i pregant els uns pels altres. En aquest sentit, el missatge anual del Papa per la Quaresma, i també els dels respectius bisbes locals, són importants. La dimensió social, el servei i la preocupació pels pobres i marginats, està inclosa en la Litúrgia quaresmal: forma part de la seva essència. L’amor als germans és allò que autentifica la Litúrgia quaresmal. Els missatges que els summes pontífexs dirigeixen a tota l’Església accentuen la dimensió de caritat i de solidaritat amb els més pobres. Això és el que determina fonamentalment el dejuni quaresmal. Ningú no pot dir que la Quaresma no és quelcom seriós o que no pertany a l’esperit de l’època. Ningú no ho pot afirmar, perquè el Mal, dins i fora de l’Església, és real: és allò densament real. Les oracions venerables que trobem al Missal i les exhortacions de les Escriptures i dels Pares comuniquen que el cristià ha de lluitar contra el Mal: és el “combat de la fe“. Allò mundà troba espai en la vida de l’Església en allò ideològic, que en el fons són tant sols paraules que poden niar al cor de tots. Els cristians no som millors que els altres éssers humans: podem ser luxuriosos i àvids de diners, una idolatria, i podem ser molt poc solidaris. I si la Llei del Mal és “sempre més“, cada Quaresma hauria de ser “una mica menys” de tot allò que s’oposa a la voluntat de Déu en les nostres vides. La celebració del Sagrament de la Penitència a la fi de la Quaresma ha de ser altament significativa i urgida. És l’abraçada del Pare que espera l’esgarriat, li restableix l’anell de fill, i el calça, com a signe que ja no és esclau, sinó fill, abans de fer-lo asseure’s a la Taula del Banquet. És l’”ovella perduda“, finalment trobada. L’Església, recorrent cada any els quaranta dies Quaresmals durant els quals viu el combat espiritual contra les forces d’aquest món, sap que en el fons el seu pelegrinatge sempre té aquesta dinàmica: de Pasqua a Pasqua, fins a la Pasqua definitiva. Es requereix una mica de coratge per entrar a la Quaresma. És entrar en el “temps del desig“, pas a pas amb Crist. Entrada en el seu camí d’amor, de Mort i de Glòria. Un camí que hem de transitar a la llum de la Paraula. Hom ha d’endinsar-se en aquesta gràcia de renovació. Un camí pel qual l’Església, amb la seva saviesa materna, marca els passos: tant pels catecúmens que caminen vers el Baptisme, com pels fidels. I ho fa de mica en mica, Diumenge rere Diumenge. Tot això es realitza en una Litúrgia desenvolupada per la mediació necessària de Jesucrist, el Senyor Ressuscitat, i amb la contínua presencia, vivificant i santificadora, de l’Esperit de Déu. Quaresma és l’Església en èxode, vers la Pasqua, com canta bellament el Prefaci V: “Vós obriu per a l’Església el camí d’un nou èxode a través del desert de la Quaresma“. Presentació del Cicle C per als Diumenges de Quaresma És decisiu seguir la proclamació de la Paraula de Déu en el cicle dominical. El cicle A és sempre paradigmàtic, s’ha d’emprar sempre que a la comunitat hi hagi catecúmens. És tan important aquest cicle A que en els anys B i C els textos proposats resten com a lectures opcionals per a qualsevol dia de la setmana. El nou Leccionari, en la disposició de les lectures, destaca perfectament la seva importància. En la forma en què la Santa Església llegeix l’Escriptura trobem cercles sempre més convergents i concèntrics al voltant de Crist glorificat. Tot allò que es dóna com “en part” en la Litúrgia de la Paraula quaresmal es concentra en la Litúrgia de la Paraula de la Vetlla Pasqual: llavors es proclama l’Evangeli de tots els Evangelis, l’anunci de la Resurrecció de Nostre Senyor. Allà tota l’Escriptura es lliura com un “tot“, ja que tot es referia a Ell. En la catequesi d’Emaús el Senyor diu als pelegrins: “S’havia de cumplir tot el que hi ha escrit de mi en el llibre de la Llei de Moisès, i en els dels Profetes i dels Salms” (Lc 24,44). El cicle C acusa el segell sacramental de les lectures evangèliques llucanes. El tema de la conversió integral és presentat com a resposta a la iniciativa de la misericòrdia de Déu. En el III Diumenge, Déu es manifesta amb la seva iniciativa salvífica i l’Apòstol, a la segona lectura, ens la fa contemplar amb tot el seu valor pedagògic; així mateix, a l’Evangeli se’ns reclama la responsabilitat penitencial de la conversió, en el seu sentit més teològic. En el IV Diumenge, es proclamen potser les lectures més belles. A la primera lectura, del llibre de Josuè, la Pasqua a la terra de promissió; a la segona lectura, de l’Apòstol, la reconciliació pasqual en Crist; i a l’Evangeli, la gran paràbola del retorn del fill, la paràbola per excel·lència sobre la misericòrdia divina. En el V Diumenge, a la primera lectura, la renovació per la gràcia de Déu; i a l’epístola de l’Apòstol, la renovació que ens configura amb Crist; i a l’Evangeli (Jo 8,1- 11) que, segons els exegetes, és un text de la tradició llucana inserta al IV Evangeli, la gran escena del perdó a la dona adúltera que els jueus volien lapidar, com a icona de la recuperació del pecador per part de Crist. El “cicle de Lluc” implica una penitència quaresmal interioritzada i personal. Un estupor per la misericòrdia entranyable de Déu i la contrició, també per amor, de la nostra vida. Una conversió que procedeix del descobriment del Déu que és bondat infinita. Text de la mistagògia dels Sants “Si busques per on has d’anar, acull en tu a Crist, perquè Ell és el camí: “Aquest és el camí, caminin per ell. I Sant Agustí diu: “Camina a través de l’home i arribaràs a Déu“. És millor caminar pel camí, encara que sigui coixejant, que caminar ràpidament fora de camí. Perquè el que va coixejant pel camí, encara que avanci poc, es va apropant a la meta; però el que camina fora de camí, com més corre, més es va allunyant de la meta. Si busques on has d’anar, aferra’t a Crist, perquè ell és la veritat a la qual volem arribar: “El meu paladar repassa la veritat“. Si busques on has de quedar-te, aferra’t a Crist, perquè Ell és la vida: “Qui em troba, troba la vida i obté el favor del Senyor“. Aferra’t, doncs a Crist, si vols viure segur; és impossible que et desviïs, perquè Ell és el camí. Per això, els que a Ell s’agafen no van desencaminats, sinó que van pel camí recte. Tampoc es poden veure enganyats, ja que Ell és la veritat i ensenya la veritat completa, ja que diu: “Jo per això vaig néixer i per això vaig venir al món: per declarar, com a testimoni, a favor de la veritat“. Tampoc es poden veure decebuts, ja que Ell és la vida i infon la vida, tal com diu: “Jo he vingut perquè tinguin vida, i la tinguin en abundancia“. Dels comentaris de sant Tomàs d’Aquino sobre l’Evangeli de Joan (14,5-7) (Calendari-Directori de l´Any Litúrgic 2022, p.153ss) |